El perdedor más aberrante esta justificado en la trama del universo puesto que su naturaleza de derrotado sirve como un interruptor que acciona algún mecanismo oculto, insoslayable, impenetrable para cualquier mente que no cuente con los elementos adecuados.
Emilio siempre fue un perdedor, uno de tantos asalariados que día a día se cuestionan el mero hecho de seguir siendo, de continuar con la absurda comedia que los mortales llamamos La semana. Solo esperar la muerte, que es como un viernes gris y un fin de semana hecho de eternidad. Solo esperar ese ultimo whisky y ese ultimo cigarro y esa ultima mujer explotando en un clímax insospechado o baladí.
"Mierda, que es todo esto?" piensa, y quiere renegar de las jerarquías, de las miserias, de esta vida con sabor a papa vieja.
Sabe lo que tiene que hacer: en la otra cuadra hay un bar y ya se ve ahogándose en litros de un scotch impiadoso…